Ronan & Erwan Bouroullec, los inventores de lo clásico

No hay otra fórmula. En el mundo del diseño los grandes creadores tienen que ser avezados inventores. Tipos inquietos capaces de trabajar con una mano en cada proyecto, la mirada en el mundo real y veinte ideas en la cabeza. “La sensación es la de correr hacia algo que no llegas a alcanzar. Sabes que lo has conseguido cuando sientes algo parecido a lo que respiras cuando quieres a alguien: todo está ahí. No hay nada que quitar ni nada que añadir. Entonces, dejas de pensar”, explica el francés Ronan Bouroullec (1971). Con su hermano Erwan (1976) compone uno de los dúos familiares más famosos del diseño actual.
 
 
El mayor es lanzado y locuaz; el joven, introvertido. Los Bouroullec son bretones, pero trabajan en París. Mucho desde que el artista Giulio Cappellini reparara en ellos hace 20 años y les abriera la puerta del éxito. Y eso multiplicó su imaginación: el prestigioso diseñador japonés Issey Miyake los contrató para diseñar una tienda. Luego la empresa de mobiliario Vitra les pidió que repensaran la oficina. Ellos propusieron domesticarla con el sistema Joyn, que invita a compartir mesa de madera con separadores de quita y pon. Han trabajado para Camper, Alessi, Magis, Nani Marquina o Kvadrat, o, lo que es lo mismo, firmado tiendas, bandejas, mesas, alfombras, sillas o telas que piensan desde cero y que denuncian, por ejemplo, la falta de intimidad de los espacios abiertos.
 
 
Muchos de esos muebles imaginativos se exhiben en el MOMA de Nueva York o en el Pompidou de París. Los Bouroullec trabajan mano a mano. Con sus seis colaboradores quieren humanizar la idea de progreso. Defienden la naturaleza en la ciudad o los televisores con patas en la época de las pantallas extraplanas.
 
Anatxu Zabalbeascoa para El País. 2017.